“Ya está. Estoy lista.”
Es lo que pensamos la mayoría cuando terminamos la formación como instructores de Pilates.
Yo también lo creía.
Tenía el diploma.
Tenía el manual lleno de post-its y apuntes subrayados.
Tenía la ilusión… y esos nervios de cuando empiezas algo que de verdad te importa.
En ese momento estaba convencida de que lo esencial ya lo había aprendido y solo era cuestión de empezar a dar clases y aplicar todo lo que sabía.
Y, sin embargo…
lo más importante todavía no había aparecido.
No estaba en los manuales.
Ni en los exámenes.
Tampoco en las horas de práctica guiada.
Apareció después.
Cuando me encontré sola frente a un grupo.
Con personas reales.
Con cuerpos distintos.
Con expectativas que no sabía cómo gestionar.
Ahí empezó el verdadero aprendizaje.
Y no me refiero a más ejercicios.
Ni a más variaciones.
Ni a más anatomía.
Me refiero a todo lo que aparece cuando te enfrentas a la realidad diaria de enseñar a personas reales, no a “modelos de manual”.
Una realidad donde:
- los cuerpos no son simétricos,
- las vidas pesan,
- el cansancio se nota,
- el dolor condiciona,
- y tú estás ahí en medio… intentando gestionarlo todo.
Pasé mucho tiempo pensando que, si algo no salía bien en clase, era porque me faltaba formación. Hasta que con los años entendí que los tiros no iban por ahí y que hay aprendizajes que solo aparecen cuando empiezas a enseñar:
- cómo estructurar una clase sin entrar en bucle,
- cómo tomar decisiones cuando algo no sale como esperabas,
- cómo usar tu voz con intencionalidad,
- cómo poner límites sin sentir culpa,
- ni cómo sostenerte como instructora sin quemarte por el camino.
Y eso no te lo da ningún diploma: te lo dan la experiencia, la observación y la humildad de mirarte de frente.
Este artículo es una reflexión sobre todo eso.
Sobre lo que fui aprendiendo a base de experiencia, errores, ajustes y muchas clases que no salieron como esperaba.
Si alguna vez has salido de clase pensando “sé Pilates, pero algo se me escapa”,
sigue leyendo.
1. Enseñar Pilates no es enseñar ejercicios (y este fue mi primer choque de realidad)
Esto fue lo primero que me descolocó.
En la formación, los cuerpos eran más o menos previsibles.
Las correcciones tenían sentido.
Las progresiones encajaban.
Todo estaba bastante ordenado.
Pero en la vida real, no.
De repente, te encuentras con una clase donde conviven:
- una persona con miedo a moverse,
- otra que viene buscando sudar,
- otra con dolor crónico,
- otra agotada mentalmente,
- otra que cree que Pilates “es suave y ya”,
- y otra que necesita sentirse acompañada más que corregida.
Y tú ahí, intentando que todas hagan lo mismo, al mismo tiempo, con el mismo ejercicio.
Spoiler: no funciona.
Ni para ellos… ni para ti.
Hasta que llegó el clic:
👉 No todos tienen que hacer lo mismo. Pero todos pueden trabajar lo mismo.
Ese cambio de perspectiva lo transformó todo.
Dejé de pensar en ejercicios sueltos y empecé a pensar en funciones:
estabilizar, movilizar, coordinar, integrar…
Ahí es donde mis clases empezaron a tener sentido.
Y yo también.
8 acciones prácticas que puedes aplicar ya:
- Define el objetivo de la clase, no los ejercicios.
- Da alternativas sin justificarte, como si fueran parte natural del plan.
- Normaliza que cada alumno tenga su propia versión sin comparaciones.
- Diseña clases en términos de función: estabilizar, movilizar, coordinar.
- Nunca digas “hazlo igual que ella”, mejor: “hazlo dentro de tus posibilidades hoy”.
- Prioriza más la energía que la forma. A veces necesitan menos intensidad, no más técnica.
- Acepta que no podrás dar a cada uno todo lo que necesita en cada clase. Y está bien.
- Escucha antes de intervenir. Muchas veces su cuerpo ya te está dando la respuesta.
2. Adaptar no es improvisar, es anticiparse
Cuando en la formación no te explican bien esta diferencia, lo normal es hacer lo primero: improvisar.
Improvisar sobre la marcha.
Improvisar porque no sabes qué otra cosa hacer.
Improvisar porque “toca reaccionar rápido”.
Y sí… al principio parece una habilidad.
Pero con el tiempo te das cuenta de que improvisar cansa.
Muchísimo.
Cansa mentalmente, emocionalmente, y sobre todo, genera inseguridad.
Porque no es lo mismo elegir una adaptación con criterio que improvisar porque el ejercicio no funciona y no sabes por dónde tirar.
Y llegó el clic:
👉 La adaptación no se improvisa en clase. Se piensa antes.
Todo cambió cuando empecé a preparar cada ejercicio con al menos dos caminos posibles: una versión más simple y otra más exigente.
A partir de ahí, dejaron de aparecer las inseguridades.
La clase empezó a fluir…
y yo también.
8 acciones prácticas para anticiparte mejor:
- Prepara siempre mínimo, dos versiones por ejercicio: la “menos” y la “más”.
- Ten claro qué NO permitirás en ese ejercicio, para parar de inmediato si aparece.
- Clasifica tus ejercicios por bloques, así adaptas sin perder la lógica.
- Decide el objetivo de cada bloque, para no dispersarte con variantes aleatorias.
- Ten una transición de seguridad preparada para cuando el grupo se desorganiza.
- Haz listas de “adaptaciones típicas” por nivel y repásalas antes de clase.
- Anticipa dónde habrá miedo o bloqueo, y prepara «tu frase» para acompañar.
- No expliques demasiado. Enseña la adaptación como parte natural del ejercicio.
3. El verdadero problema no es la creatividad, es la falta de estructura
Este fue uno de los golpes de realidad más grandes para mí.
Pasaba horas preparando clases.
Horas de verdad.
Buscando ejercicios.
Pensando variaciones.
Intentando que todo fuera “interesante”.
Y aun así, muchas veces salía con la misma sensación:
“Algo no ha terminado de encajar.”
El clic llegó cuando entendí esto:
👉 Una clase no se diseña sumando ejercicios. Se diseña siguiendo una lógica.
Hasta entonces, mi preparación era una lista. Ejercicios uno detrás de otro sin una columna vertebral clara que los sostuviera.
Cuando empecé a preguntarme para qué hacía cada cosa, todo cambió.
- ¿Qué quiero trabajar hoy?
- ¿Qué necesita el cuerpo antes de llegar ahí?
- ¿Qué ejercicio prepara al siguiente?
- ¿Cómo cierro la clase para que se vayan con sensación de integración?
Empecé a pensar las clases como un recorrido, no como una coreografía.
Y ahí pasó algo importante…dejé de dudar tanto.
Porque cuando tú sabes a dónde vas, no te pierdes en mitad del camino.
Y cuando tú no dudas, los alumnos lo notan.
Ahí fue cuando el método —y especialmente su estructura— dejó de ser teoría
y empezó a convertirse en una verdadera guía para enseñar.
8 acciones prácticas para estructurar tus clases mejor:
- Elige un solo objetivo por clase, no cinco.
- Haz un calentamiento que conecte con ese objetivo.
- Ordena los ejercicios del más básico al más complejo.
- Evita saltos bruscos de intensidad.
- Repite un patrón en diferentes posiciones para consolidar la idea.
- Cierra siempre con algo que deje sensación de integración.
- Lleva un registro de tus clases para no repetir estructuras si no es necesario.
- Valora tu clase después: ¿qué funcionó? ¿qué sobró? ¿qué faltó?
4. Hablar mejor en clase lo cambia todo (y nadie te enseña a hacerlo)
Esto fue una sorpresa enorme para mí.
Nadie me dijo que la voz iba a ser una de mis herramientas más importantes como instructora.
Nadie me habló de cómo usarla.
Ni de cuándo hablar.
Ni de cuándo callar.
Así que hice lo que hacemos muchas al empezar:
hablar mucho.
Demasiado.
Creía que cuantas más indicaciones diera, más claro quedaría todo.
Pero no pasaba eso.
Veía a los alumnos confundidos.
Desconectados.
Intentando hacerlo “bien” desde la cabeza, no desde el cuerpo.
Y yo agotada de repetir lo mismo una y otra vez.
El clic llegó cuando entendí algo muy simple:
👉 No es decir más. Es decir mejor.
No se trata de llenar la clase de palabras, sino de elegir las palabras justas.
Cuando empecé a ordenar mis indicaciones —primero qué hacer, luego cómo hacerlo, y solo después para qué—algo cambió.
Los alumnos empezaron a entenderme mejor y a moverse con más confianza.
A preguntarme menos si lo estaban haciendo “bien”.
Y apareció algo maravilloso:
el alumno que se observa, se ajusta y se corrige solo.
Entonces entendí que dar indicaciones en clase no es controlar sino acompañar.
8 acciones prácticas para mejorar tu comunicación:
- Da una instrucción a la vez.
- Habla solo cuando el alumno pueda escucharte. (no en esfuerzo máximo)
- Usa frases cortas.
- Prioriza imágenes y direcciones externas.
- Evita tecnicismos que no aportan en ese momento.
- Cambia “corrige esto” por “prueba esto otro”.
- Introduce pausas de silencio para dejar que integren.
- Haz una lista de tus indicaciones favoritas… y elimínalas a la mitad.
5. Poner límites también es parte de enseñar (aunque nadie te lo diga)
Esto no suele aparecer en ninguna formación.
Y, sin embargo, es uno de los aprendizajes más importantes.
Alumnos que preguntan constantemente.
Que quieren atención todo el tiempo.
Que te escriben fuera de horario.
Que confunden cercanía con disponibilidad total.
Y tú, con buena intención, diciendo que sí a todo.
Yo también lo hice.
Durante mucho tiempo.
Hasta que empecé a terminar las clases agotada.
No físicamente.
Mentalmente.
Por eso, me toco aprender a poner límites muy claros.
Este fue el clic:
👉 Un límite claro no es grosería ni mala educación. Es una forma de cuidado.
Para ti.
Y también para el grupo.
Es un aprendizaje que me costo cuesta mucho esfuerzo y reflexión, pero al final entendí que cuando mi rol no estaba claro y mi comunicación era poco firme, los límites no aparecían solos.
Pero cuando empecé a sostener mejor mi lugar como instructora, algo cambió.
La clase se ordenó.
Las preguntas encontraron su momento.
La energía dejó de dispersarse.
Y no tuve que ser más dura.
Solo más clara.
8 acciones prácticas para mantener límites sanos:
- Define desde el principio cómo funciona tu clase.
- Marca espacios para preguntas, no durante cualquier ejercicio.
- No expliques algo tres veces: muestra la adaptación.
- Habla desde la asertividad, no desde la culpa.
- No cedas a peticiones que rompen el ritmo de la clase.
- Sé amable, pero firme.
- Recuerda que no eres terapeuta emocional.
- Cuida tu energía tanto como la técnica.
6. Saber Pilates no te prepara para la realidad profesional (y esto también pesa)
Precios.
Horarios.
Compromisos.
Trabajo invisible.
Facturación.
Gestión emocional.
Nada de eso aparece en las formaciones.
Pero ocupa mucho espacio mental cuando empiezas.
En la formación aprendes ejercicios, principios, repertorio.
Pero nadie te habla de todas las preguntas sin respuesta que aparecen después del título.
¿Cuántas horas puedo enseñar sin agotarme?
¿Cobro poco o demasiado?
¿Doy clases privadas o solo grupos?
¿Acepto este horario aunque no me encaje?
¿Por qué siento que trabajo mucho más de lo que se ve?
Y esa presión también agota.
Hasta que llego el clic:
👉 No tengo que decidirlo de golpe. Pero sí conscientemente.
Entender que la realidad profesional también se construye poco a poco me quitó un gran peso de encima.
Empecé a hacerme mejores preguntas.
A elegir con más serenidad.
A no decir que sí a todo solo por miedo.
Y, curiosamente, cuanto más claro tenía esto, más estable me sentía como instructora.
Porque enseñar Pilates no es solo lo que pasa en la clase.
También es cómo sostienes tu trabajo en el tiempo.
8 acciones prácticas para orientarte mejor:
- Define qué tipo de profe quieres ser.
- Decide cuántas horas reales puedes enseñar sin agotarte.
- Pon un precio que puedas sostener en el tiempo.
- No aceptes todo “por si acaso”.
- Ten un día fijo al mes para revisar tu agenda.
- Calcula cuánto tiempo invisible dedicas a cada clase.
- No compares tu camino con el de otros instructores/estudios.
- Da pasos pequeños, pero consistentes.
7. El autocuidado no es un extra. Forma parte de la enseñanza
Durante una etapa, enseñar me cansaba más la cabeza que el cuerpo.
No lo digo solo por el número de clases (que también suma). Era todo lo que sostenía mientras enseñaba: decisiones constantes, atención continua, gestión emocional, dudas internas…
El clic fue este:
👉 Cuando una clase te deja agotada, muchas veces no es por el trabajo físico,
sino por la carga mental que estás sosteniendo.
Y aquí entendí algo importante:
El autocuidado no tiene que ser algo que haces después de enseñar. Debe ser algo que integras en cómo enseñas.
Cuando cuidas tu energía,
cuando ordenas tu manera de dar clase,
cuando no te exiges más de lo necesario,
enseñar deja de ser una lucha y vuelve a ser disfrutable.
Porque no estamos aquí para sobrevivir a las clases.
Estamos aquí para sostener nuestra profesión en el tiempo.
8 acciones prácticas para cuidarte como instructor:
- No prepares clases todos los días.
- Ten un ritual antes de enseñar: 5 minutos de respiración ayudan mucho.
- Pon una pausa real entre clases.
- No te quedes con dudas sin revisar.
- Ten días donde solo observes, sin exigirte perfección.
- Practica tú también, aunque sea poco.
- Lleva un diario de sensaciones después de cada clase.
- Rodéate de profes que te inspiren.
Para cerrar… quédate con esto
Si has llegado hasta aquí, quiero que te quedes con una idea muy clara:
👉 No es que no «sirvas para esto».
👉 No es que no estés preparada.
👉 Es que nadie te explicó cómo llevar el método a la realidad de una clase.
Enseñar Pilates no va solo de ejercicios.
Va de observar.
Decidir.
Anticipar.
Ajustar.
Comunicar.
Poner límites.
Y gestionar procesos reales con personas reales.
Y todo eso no se aprende de una vez y menos en una formación.
Se construye.
Con los años entiendes que mejorar como instructor no tiene que ver con exigirte más,
sino con pararte a mirar tu enseñanza con enfoque.
Por eso creé este cuadernillo de reflexión con preguntas clave que a mí me han ayudado mucho y me habría encantado tener cuando empecé.
No para corregirte.
Ni para evaluarte.
Sino para ayudarte a pensar mejor tus clases y a ganar claridad poco a poco.
Si te apetece hacerlo, puedes descargarlo aquí:
👉 [Descargar el cuadernillo de reflexión para instructores]
Respóndelo con calma.
Después de clase.
Sin juicio.
Porque cuanto más claro tengas lo que haces y por qué lo haces, menos dudas, más presencia y mejores clases.
Y más disfrutables para ti y para tus alumnos. 😎
Seguimos aprendiendo.
Seguimos afinando.
Y seguimos enseñando.

4 comentarios
Gracias por dedicar su tiempo en escribir estos sabios concejos, justo que ya estoy próxima a dictar clases y si, en oportunidades pienso que me falta saber mas, ya veo que todo comenzara cuando empiece con las clases.
saludos
Asi será Ruth!! Confía en el proceso 💛
Todo lo que comentas es así, la experiencia se obtiene con los años , con personas reales y sus diferentes patologías.
Justo!! Asi es 🥰 gracias por comentar 🙏