Cuando empecé a dar clases, quería demostrar todo lo que sabía.
Durante años, pensé que para ser buena profe de Pilates tenía que decirlo todo.
Todo lo que sabía.
Todo lo que veía.
Todo lo que debería sentir mi alumno.
Todo lo que pasaba por mi cabeza.
Pensaba que así me entenderían mejor. Y claro, después de ocho clases diarias, acababa agotada.
Pero lo peor no era el cansancio.
Era esa sensación rara de que, a pesar de haber dado tanto, algo no funcionaba.
¿Te suena?
El momento que me hizo frenar
Recuerdo perfectamente la clase.
Una alumna hacía el Hundred y yo veía que no podía mantener la posición sin tensión en el cuello. Así que empecé a lanzarle instrucciones:
— Baja las costillas.
— Mantén los abdominales hacia dentro.
— No subas tanto las piernas.
— Alarga los brazos.
— No tenses el cuello.
— Respira.
— No, pero respira por la nariz.
— ¡Coordina con el bombeo!
— ¡Y sonríe! (esto último, medio en broma, medio en desesperación).
¿Y sabes qué pasó?
Que se quedó paralizada. No solo físicamente. También mentalmente.
-¡Que agobio Marisa!- me dijo…
Y ahí, mientras ella intentaba hacerlo “todo bien”, me di cuenta de que en realidad la había perdido.
No estaba presente. Estaba en su cabeza, intentando procesar un millón de cosas.
Y entendí que a veces explicar más no ayuda.
A veces, lo que más ayuda es callarse.
No se trata de hablar más, sino de saber cuándo hacerlo
Como instructores, tendemos a pensar que cuanto más hablamos, mejor enseñamos. Sobre todo al principio cuando nos falta seguridad y queremos demostrar todo lo que sabemos para que no se nos note.
Pero el conocimiento no siempre se traduce en aprendizaje.
Hay una gran diferencia entre dar una clase y llenarla de información.
Cuando explicamos todo lo que sabemos, sin filtrar, sin observar, sin dejar espacio para el cuerpo… bloqueamos la experiencia. La saturamos.
Y cuando un alumno está saturado, deja de aprender.
Se esfuerza, sí.
Pero no integra.
No siente.
No conecta.
A veces, el aprendizaje ocurre en el silencio
A veces lo mejor que podemos hacer es quedarnos callados.
Observar.
Esperar.
Acompañar.
Y confiar en que el cuerpo del alumno va a encontrar el camino si le damos espacio para explorarlo.
No todo necesita ser corregido en el primer intento.
No todo tiene que sonar perfecto para estar funcionando.
Y no, no hace falta que demuestres todo lo que sabes en cada clase.
Lo que aprendí de un taller que no era de Pilates (pero cambió mi forma de enseñar)
Hace unos años, fui a un taller del método Feldenkrais sobre la pelvis, impartido por Stella Marcos.
No hablaba de Pilates, ni de repertorios, ni de alineaciones.
Hablaba de cómo las personas aprenden a moverse.
En ese taller, Stella dijo algo tan simple como potente, que se me quedó grabado:
…“Aprender a moverse es sentir. Es experimentar. Es probar. Equivocarse. Volver a probar. Resolver desde dentro. Por eso, no se trata solo de lo que enseñas, sino de cómo creas el entorno para que la persona aprenda por sí misma»…
Fue un cambio de perspectiva que me hizo revisar de arriba abajo cómo daba clase y darme cuenta de tres cosas:
🔹 Cuanto más explicaba, más confundía.
🔹 Cuanta más información daba, menos escuchaban su cuerpo.
🔹 Cuantas más instrucciones, menos movimiento espontáneo había.
Después de ese taller decidí probar algo nuevo en clase: en lugar de explicar todo desde el minuto uno, empecé a observar más y hablar menos.
¿El resultado?
Más aprendizaje real.
Más conexión.
Más disfrute.
5 señales de que quizá estás enseñando “de más”
- Te preguntas por qué tus alumnos repiten los mismos errores aunque se lo expliques mil veces.
- Tienes la sensación de hablar mucho durante la clase.
- Te dicen constantemente “¿así está bien?”
- No hay espacio para que pregunten, porque tú ya lo has explicado todo.
- Acabas agotada mentalmente después de cada clase.
Si esto te suena, no eres la única. Y no es culpa tuya.
Se nos enseña a ser específicos y detallados como instructores.
Y no digo que no sea importante, no me malinterpretes, porque es muy necesario. Pero no siempre hace falta decirlo todo.
A veces, menos es más.
Cuando entendí eso, empecé a usar señales más sencillas, más visuales, más relacionadas con la acción.
En lugar de hablar de isquios y glúteos al hacer un bridge, les decía:
“Imagina que tus rodillas quieren llegar a la pared de enfrente.”
Y ¡funcionó!
El cuerpo respondía mejor.
Y mis alumnos se implicaban más.
Ese es el tipo de aprendizaje que transforma.
No el de “te lo explico todo para que lo memorices”, sino el de “te acompaño para que lo descubras tú”.
A eso se le llama aprendizaje implícito (también lo aprendí en el taller). Es decir aprender desde la experiencia, no desde la teoría.
El aprendizaje explícito es como se nos enseña tradicionalmente en el cole: un profesor habla, escuchamos y se espera que retengamos la información. Somos muy conscientes de que estamos aprendiendo algo.
Sin embargo, con el aprendizaje implícito, en lugar de depender de alguien para darte la información, aprendes a través de tu propio sistema sensorial.
Un ejemplo de esto es aprender a montar en bici.
El enfoque se pone en lo que estás haciendo, en la acción, y aprendes a través de ella.
Y es potentísimo.
Porque al final, nuestro trabajo se trata de eso…
De facilitar.
De acompañar.
De observar y adaptar.
Y de confiar en que tu alumno no necesita entender todo para empezar a sentir.
Hoy solo quería compartir esta reflexión contigo y dejarte una idea para tus próximas clases:
✨ Más explicación no es igual a más aprendizaje.
Ojocuidao que esto no es una crítica al detalle ni a la técnica (que son super importantes).
Solo es una invitación a enseñar de otra forma: más simple, más centrada en quien tienes delante y menos en demostrar lo que sabes.
Porque enseñar Pilates no es dar información, es acompañar procesos de movimiento, de conciencia y de descubrimiento.
¿Cómo poner esto en práctica?
Si quieres darle una vuelta a lo que te he contado, aquí van algunas ideas que puedes probar esta semana para enseñar más simple, más efectivo y más real:
- Una imagen vale más que mil instrucciones: prueba una metáfora sencilla antes de dar indicaciones técnicas.
- Haz una indicación… y espera: mira qué sucede antes de seguir hablando.
- Usa señales externas: en lugar de decir “activa los glúteos”, prueba con “empuja el suelo con los pies”.
- Invítales a explorar: “¿Qué pasa si lo haces más lento? ¿Y si empujas más desde el pie derecho?”
- Muévete tú primero: muchas veces “copiar” nos conecta mejor que cualquier explicación.
- Deja espacio para el error: el error también es información. Y aprendizaje.
- Dales tiempo para que resuelvan algunas cosas por sí solos.
- Utiliza una imagen y una dirección, en lugar de cualquier parte del cuerpo.
- No todo necesita una corrección: a veces solo necesitan moverse, no mejorar.
- Usa el silencio como herramienta. El cuerpo necesita espacio para sentir.
- No corrijas todo a la vez. Elige lo esencial. Lo demás puede esperar.
- Pregúntate después de cada clase: ¿qué dije de más? ¿Dónde podría haberme callado?
- Acepta el error como parte del proceso. No todo tiene que ser perfecto para ser útil.
- Confía en tu alumno. Su cuerpo también sabe, aunque no lo exprese aún como tú esperas.
- Recuerda: no enseñas Pilates, enseñas a moverse. Y eso lleva tiempo, práctica… y paciencia.
Si alguna vez sales de clase con esa sensación de que “no ha salido bien”, párate un segundo.
Quizá no es que te haya faltado decir algo.
Quizá es que dijiste demasiado.
Y si te pasa, no te castigues.
Enseñar también es un proceso de aprendizaje. Para ellos… y para nosotros.
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Gracias por estar al otro lado y ser parte de esta comunidad. 💙
Marisa Rodriguez
6 comentarios
Gracias Marisa, yo venía del mundo de la osteopatía y me di cuenta que daba demasiada información anatómica y técnica creo que me perdía en las palabras. Pienso que lo he ido corrigiendo pero además con tus indicaciones lo mejoraré un poco más. Gracias de nuevo
Creo que todos pecamos un poco de lo mismo al principio, luego poquito a poco vamos encontrando nuestra voz y eso es genial! Gracias por compartir tu experiencia Inma. Un abrazo
Marisa te agradezco por tus consejos. Con este artículo me sentí muy identificada, y voy a tomar tu vivencia para mejorar de a poco.
Gracias por abrirte hacia nosotros y compartir tu sabiduría. Me encanta seguirte, aportas mucho, SOS muy generoso. Te lo agradezco. Besos desde la Argentina
Encantada de compartir y si te inspirado algo, muchísimo más 🙂 Un abrazo Natalia
Muchísimas gracias por compartir tu experiencia, es de mucha utilidad
¡Un placer Gabriela! Me alegro que lo hayas encontrado útil 🙂
Un abrazo